Mientras seguimos en la distancia el caminar de Leonor, Antonio, Nazaret, Richar, Ana y Eugenio, como porteadores de la dignidad y las ansias de justicia de este pueblo, nos desayunamos cada día con los desahogos de Bárcenas y el silencio de Rajoy. La comparación me produce escalofrío cuando pienso que aquellos seis caminantes y estos dos presuntos salteadores son reflejos de una misma realidad política. La corrupción no sólo no es ética ni estética, además causa injusticias lacerantes, pobreza y atraso. De los muchos robos, de permitirlos, ampararlos y pedir la mordida correspondiente, viene este lodazal que nos ahoga a la mayoría social.
Como ya es evidente a nivel de calle, Bárcenas no miente cuando
reconoce en parte sus tropelías y sí lo hizo su jefe Rajoy cuando aparecieron
las fotocopias de la contabilidad B del PP. El propio Rajoy ya no puede negar
nada tras salir a la luz su correspondencia electrónica, salida de su propio
móvil. ¿Entenderá ahora lo que escribe?
¿Dudará de su propia letra?.
Además de sus S.M.S, su silencio culpable evidencia con más
fuerza la doblez del personaje. Como abogado, no le niego que tendría derecho a
guardar silencio, si fuese formalmente imputado, pero aún no lo está. Creo que
cuando todo lo que sabemos por la prensa se haga evidente por actos de
instrucción habrá motivos para que un Auto judicial así lo declare. Mientras
tanto, nadie tiene derecho a seguir
siendo presidente del gobierno de España si actúa como un cobarde que se
esconde como esos delincuentes que se sumergen en la charca respirando por una
caña para que sus perseguidores le pierdan el rastro.
Este pueblo necesita que alguna vez se haga justicia al
poderoso. Para que un día lleguemos a ser un país digno, los malos del poder y
el dinero tienen que ser reconocidos como malos, tienen que pagar por sus crímenes. Por una vez, sería
bueno que sus victimas empezaran a recibir el consuelo de la verdad y la
reparación. Son muchos siglos en los que
lo mejor que hemos tenido han sido periodos de democracia aparente, de hipocresía
política, de democracia hipócrita como estos últimos 35 años de los que
presumen los que nos han arruinado. Aquí siempre han mandado los mismos, los
que nunca aceptan perder el control, los que no toleraron ayer que la tierra
diera de comer al que la trabajaba u
hoy, que una vivienda sirva para ser habitada.
Despertemos como Leonor, Antonio,
Nazaret, Richar, Ana y Eugenio hacen cada día a las cinco de la mañana para
andar un tramo del camino hasta la utopía. ¿Por qué tiene que ser una utopía
que la gente decente tome, de una puñetera vez en sus manos, el futuro de su país?.